Portada: Macharaviaya sobre 1920. Foto: Bancroft Library OAC California

domingo, 18 de mayo de 2014

El pequeño Madrid

El diario La Opinión, de 5 de mayo de 2014, publica un artículo de don Juan Antonio García Galindo, catedrático de periodismo de la Universidad de Málaga, que transcribimos:

La Opinión
Allí donde el sistema Penibético ya otea cercano el azul del mar Mediterráneo se yergue la antigua alquería árabe de Macharaviaya, que fuera fundada como villa en 1572. Enclavada entre suaves colinas, otrora pasto de la filoxera, Macharaviaya descansa su rico pasado histórico sobre un hermoso balcón natural situado apenas a 7 kilómetros de la costa axárquica malagueña. Con una población de apenas 500 almas, el legado macharatungo a la historia de Málaga y su provincia no deja de ser espectacular y, sin embargo, lamentablemente desconocido todavía para muchos. A tan solo 25 kilómetros de la capital de la Costa del Sol, Macharaviaya sigue siendo afortunadamente un remanso de tranquilidad, donde escritores y artistas encuentran el sosiego necesario para el trabajo creativo. Pero la villa, y sus anejos de Benaque y Vallejos, ocupan por mérito propio un lugar privilegiado en la historia política y cultural de Málaga, y lo que es más importante en la proyección internacional de nuestro pasado. José de Gálvez, Matías de Gálvez, Bernardo de Gálvez, María Rosa de Gálvez, Francisco de Cabrera, Salvador Rueda, Robert Harvey, son, entre otras personalidades nacidas o de adopción, hijos del municipio de Macharaviaya, cuya obra política o cultural ha engrandecido la historia de estas tierras, a mayor gloria de la historia de España. Pero ha sido gracias a quienes han sabido reconocer sus aportaciones, que sus obras hayan adquirido la dimensión que se merecen. Amparo Quiles, Mª Isabel Jiménez, Marion Reder, Manuel Olmedo, Aurora Luque, José Luis Cabrera son, también entre otros, los estudiosos que han sabido poner de relieve con el rigor del investigador la importancia de aquellas figuras tan relevantes, artífices del renacimiento macharatungo. Bajo el reinado de Carlos III, y por influencia de los Gálvez se construyeron en Macharaviaya sus edificios e instituciones más representativas: la Real Fábrica de Naipes, creada en 1776; la Fundación de Escuelas y Banco Agrícola, constituida en 1783; o la iglesia de San Jacinto, construida en 1785 sobre las ruinas de otra iglesia del siglo XVI, y bajo la cual se encuentra la Cripta-Panteón de Los Gálvez.

Como consecuencia de esta transformación urbana se produjo el auge económico y comercial de la villa durante el último cuarto del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX, unido a una floreciente agricultura vitícola, y a la atracción que suponía ser la cuna de una aristocracia reconocida en todo el reino, protagonista de la aventura americana y de su independencia. Todo ello hizo que por su actividad se denominara a Macharaviaya como El pequeño Madrid, un lugar en la España de los Borbones que era puente con los recién nacidos Estados Unidos de América. Tras una larga decadencia, la villa recupera hoy su importancia reivindicando su historia como su principal factor de desarrollo. En esa historia se encuentra su peculiar impronta, la de una huella que atraviesa el Atlántico y donde se ve correspondida. Desde 2011, en que se produce el hermanamiento con la ciudad norteamericana de Pensacola, las relaciones entre las dos ciudades han ido en aumento. Y desde el pasado año, Pensacola celebra el Galvez Day cada 8 de mayo para conmemorar la contribución de Bernardo de Gálvez a la independencia de los Estados Unidos. Estas relaciones pueden ser admiradas en el Museo de Los Gálvez de Macharaviaya, que desde que abrió sus puertas en 2005, está dedicado a la historia de la villa y a la de la familia Gálvez. Contuvo en su momento este museo una sala dedicada al pintor norteamericano Robert Harvey, afincado en Macharaviaya durante 30 años, donde murió en 2004, que debería recuperarse. La casa natal del poeta Salvador Rueda en Benaque es otra muestra de la riqueza cultural del municipio. Cedida por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo en 1994 al Ayuntamiento de Macharaviaya, ha sido conservada por éste desde entonces como Casa Museo. Seguidor de la estética de Rubén Darío, Salvador Rueda es otro de los grandes exponentes del modernismo y nexo con la literatura hispanoamericana. América una vez más.

El eco americano es en Macharaviaya de ida y de vuelta. La importante actividad de difusión y de divulgación de la Asociación Bernardo de Gálvez y de la Asociación de Granaderos y Damas de Gálvez de Macharaviaya ha contribuido, desde el reconocimiento de la figura de Bernardo de Gálvez, a reforzar los lazos históricos y culturales entre las dos orillas del océano. Pero ha sido, sobre todo, la voluntad de todo un pueblo por recuperar su legado lo que ha devuelto a Macharaviaya su lugar en la historia, su lugar en el mundo. La cohesión social en torno al proyecto de hacer honor a la figura de Bernardo de Gálvez, y a su contribución a la historia norteamericana, desde su lugar de nacimiento, ha sido ejemplar y sin fisuras. Firmemente convencido, el trabajo incansable del alcalde de la Villa, Antonio Campos Garín, se ha visto recompensado por la reciprocidad de las autoridades del otro lado del Atlántico, sobre todo del alcalde de Pensacola, Asthon Hayward, y de la vicecónsul honoraria de España en Pensacola, María Dolores Davis. Impulsores todos ellos de este importante proyecto. Macharaviaya ya no está sola, como lo estuviera Bernardo de Gálvez frente a los ingleses. Con ella, con todo su pueblo, y con su ayuntamiento, existe ya una opinión pública conocedora de sus valores y de su aportación histórica. El pasado día 26 de abril, Macharaviaya saltaba a las primeras páginas de la prensa provincial con motivo de la celebración el día anterior del Día de la Provincia de Málaga. Bajo la presidencia de la Diputación Provincial de Málaga, y con asistencia de las autoridades locales y provinciales, la iglesia de San Jacinto acogió la entrega de las Medallas de Oro de la Provincia, y se convirtió en el escenario principal de esta efemérides. Fuera, en la plaza Matías de Gálvez, la figura en bronce del Virrey de la Nueva España y gobernador de Louisiana, obra de Jaime Pimentel, es el testigo mudo del renacer del pequeño Madrid y la muestra más palpable de la recuperación de una parte fundamental de su memoria histórica.

*Juan Antonio García Galindo es catedrático de Periodismo de la Universidad de Málaga.
La iglesia, junto a los edificios que formaron parte de la Real Fábrica de Naipes

domingo, 11 de mayo de 2014

Robert Harvey

Nacido en 1924 en Lexington, Carolina del Norte, desde niño tuvo clara su pasión por la pintura, que le llevó a estudiar bellas artes en Sarasota y San Francisco. Casado con Flora Pennington, enviudó con tan solo 30 años. Decidió abandonar Estados Unidos, por miedo de que a su hijo Marc lo alistaran en la guerra de Vietnam. Vivió en Tánger donde conoció a la generación beat y fue gran amigo de la multimillonaria Barbara Hutton, con la que -según me contó- atravesó España, viajando en dos automóviles (uno para ellos y otro para el equipaje y las doncellas).

Tras residir en diversos países, se afincó en 1973 en una antigua casa -la Huerta del Ángel o de don Matías, llamada así por haber pertenecido al virrey Matías de Gálvez- en las afueras del tranquilo pueblo de Macharaviaya. Restauró la vivienda con esmero y vivía integrado en la vida rural, pero viajaba ocasionalmente a Estados Unidos para ver a sus amigos, entre ellos personalidades como Vincent Price, Eva Marie Saint, Lawrence Ferlinghetti, Tony Randall.

Robert Harvey, Primavera en Macharaviaya, acrílico sobre lienzo, 2002
Su casa estaba siempre abierta: nunca faltaban una buena conversación y una botella de ginebra.

Su pintura, muy influencia por el pop-art, el cine y la fotografía, ha sido objeto de numerosas exposiciones. Fallecido en Macharaviaya en 2004, sus numerosos amigos mantienen su recuerdo y su legado artistico.

Enlazo un vídeo realizado por Quijada producciones:

martes, 6 de mayo de 2014

Los Gálvez y Torremolinos

La familia Gálvez de Macharaviaya fue propietaria de numeros bienes, entre ellos unos cortijos situados en el municipio malagueño de Torremolinos. Reproduzco parcialmente, un artículo que publiqué en el semanario Torremolinos Información. Es interesante ver el sentido de clan familiar que tuvieron los Gálvez, y cómo la escritora María Rosa de Gálvez, sobrina del marqués de la Sonora y prima-hermana del virrey Bernardo, participaba plenamente de los acontecimientos y negocios de la familia.
Fue el coronel don Antonio de Gálvez, Comandante de la Bahía de Cádiz, el que adquirió dos fincas en Torremolinos: los cortijos del Pilar y de Sturla, entre los partidos de Arraijanal y el propio Torremolinos.
El cortijo del Pilar fue adquirido por don Antonio el 7 de junio de 1785. Lindaba con tierras del convento de San Bernardo, cortijos de Limonar y de la Torre, tierras de los Cardos y cortijo de Sturla.
El cortijo de Sturla, llamado también de Lucena, estaba situado en la parte de levante respecto del Arroyo por donde vienen las aguas de los Molinos del Gazpacho y Arzanla. Lindaba con el cortijo del Pilar, tierras de doña Micaela Borrego (Tomillares),  de los herederos de doña María de Flores, cortijo de la Torre y camino de Torremolinos. Tenía casa, huerta, tierras de riego y de secano, tres hazas de tierra y el molino harinero de San Francisco Javier. Fue adquirido por Antonio de Gálvez el 14 de junio de 1786.
Don Antonio cedió en 1790 el uso de ambos cortijos a su hija adoptiva –tenida por hija natural- doña María Rosa de Gálvez y a su marido don José de Cabrera. No obstante, a la muerte de Antonio de Gálvez en 1792, su hija recibe otros bienes. Y los cortijos de Torremolinos pasan en herencia a María Josefa de Gálvez, segunda Marquesa de la Sonora, sobrina de don Antonio.
Doña María Josefa, hija del Ministro José de Gálvez, estaba casada con el Conde de Castro-Terreño, gentilhombre de Cámara del Rey Carlos IV. La guerra de la Independencia paraliza toda actividad legal, y no se instituyen herederos hasta diciembre de 1816.
Al año siguiente falleció en Madrid, muy joven, la II Marquesa de Sonora, sin hijos, y como su prima María Rosa había muerto también sin descendencia en 1806, sus bienes pasan a los hijos de su difunto primo el Virrey Bernardo de Gálvez, ya que debían permanecer en la familia Gálvez y no podían ser heredados por los cónyuges.
Los hijos de Bernardo de Gálvez, que llegan a edad adulta, fueron dos: doña Matilde y don Miguel de Gálvez y Saint-Maxent.
Detalle de un grabado de 1790. Miguel de Gálvez y Saint-Maxent y sus hermanas 
Adelaida d´Estrehan y Saint-Maxent (hermana de madre) y Matilde de Gálvez y Saint-Maxent
Don Miguel de Gálvez, segundo Conde de Gálvez, era afrancesado y había seguido las banderas de José I Bonaparte. Tras la expulsión del rey intruso, Miguel debe exiliarse y los cortijos de Torremolinos son incautados por el gobierno. Doña Matilde, ya tercera Marquesa de la Sonora, comparece en julio de 1817 y reclama la administración de sus bienes y los de su hermano.
Doña Matilde de Gálvez, casada con el mariscal de campo Raimundo Capece Minutolo, hijo de los Príncipes de Canosa, pasa a residir a Nápoles. Don Miguel estaba exiliado en París, donde llegó a estar arrestado. La partición de la herencia entre los dos hermanos se hace, mediante apoderados, en 1821.

Finalmente Miguel de Gálvez es perdonado y regresa del exilio. Los múltiples viajes han ocasionado cuantiosas pérdidas, viéndose obligado don Miguel a “vender por pura necesidad los bienes libres que en aquellos puntos le correspondan, provenientes del señor don Antonio de Gálvez, su tío, que previno que pudiesen enajenarse por sus herederos teniendo necesidad para ello”, como declara en una escritura de 1822. Miguel de Gálvez hace referencia en los documentos a haber fallecido "mis tías María Josefa y María Rosa de Gálvez". 
¿Llegó a hacerse efectiva la venta? podemos ponerlo en duda, ya que del año 1838, el Diario de Madrid (2 de diciembre) publica una subasta de bienes ordenada por el Juez de Primera Instancia don Miguel María Durán en la que, para pago de acreedores, se venden una serie de fincas que pertenecieron a los Gálvez:

- Un lagar nombrado de Linares al partido de Campanillas, término de la villa de Almogía, retasado en la cantidad de 153,530 reales,
- Un cortijo nombrado del Pilar, en el partido del Arraijanal, término de la población de Torremolinos, valorado nuevamente en la suma de 76,350 reales.
- Otro cortijo llamado de Gálvez en las Rosas de Velez, en los partidos de Periana y la Viñuela, retasado en 69,930 reales.
- Una huerta nombrada la Quinta de los Ángeles ó de Don Matias, situada en la inmediación de Macharaviaya y su término, al partido del arroyo de Iberos, valorada en la cantidad de 34,187 reales 11 mrs. y un tercio.
- Una casa con su portal accesorio, sita en la calle del Muro de Santa Ana , ó callejuela de la Acequia de la ciudad de Málaga, número 33 de la manzana 83, retasada en 36.126.

Endogamia

Por ser un municipio con muy pocos habitantes y relativamente aislado, los macharatungos tuvieron, y aún tienen, una gran endogamia: se casaban entre ellos. Los mismos apellidos se combinan durante generaciones: Abolafio, Aponte, Aragonés, Aranda, Arias, Cabrera, Claros, Escaño, Gallardo, Gálvez, Madrid, Marfil, Martín, Postigo, Ramos, Ramírez, Rueda,  Ruiz, Tovar, Valderrama, etcétera.

Este tema nos sirve de introducción a esta fotografía de mis abuelos, Carmen y Antonio. La endogamia se mantenía incluso entre las familias macharatungas que habían emigrado pero seguían tratándose.


Antonio Cabrera Giménez nació en Fuengirola (Málaga) el 22 de enero de 1901; hijo de Francisco Cabrera Abolafio y de María Giménez Ríos, naturales también de Fuengirola. Sus abuelos paternos, sin embargo eran Antonio Cabrera Marfil y Josefa Abolafio Marfil, naturales de Macharaviaya.

Su esposa Carmen Muñoz Martín nació en La Línea (Cádiz) el 1 de julio de 1903; hija de Cayetano Muñoz Arriado y de Carmen Martín Ramos, nacidos también en La Línea. Pero sus abuelos maternos eran José Martín Fernández (según memoria familiar, alcalde de Macharaviaya) y Ana Ramos Díaz, naturales ambos de Macharaviaya. 

El de mis abuelos se trató de un matrimonio entre miembros de dos familias macharatungas que ya llevaban dos generaciones fuera del pueblo. 

Recuerdo que esta página está abierta a pequeñas historias como éstas, que alguien quiera publicar.