Portada: Macharaviaya sobre 1920. Foto: Bancroft Library OAC California

miércoles, 22 de octubre de 2025

Cuando en Macharaviaya se crió la cochinilla

Hubo un producto en América más preciado que el oro y la plata: la cochinilla de Nueva España o grana cochinilla. Un insecto parásito del nopal o chumbera, que produce el ácido carmínico, un colorante de un intenso color rojo que pronto se vio que superaba en intensidad y duración a los tintes que se usaban en Europa.


El tinte lo conocían ya los pueblos indígenas prehispánicos, y en 1523 Hernán Cortés informó del mismo al soberano español, Carlos V. El primer envío documentado de muestras del colorante a España se realizó en 1526. Haciéndose envíos masivos desde mediados del siglo XVI.

La Corona española intentó mantener el monopolio de la producción restringido al virreinato de Nueva España, prohibiendo la importación de insectos vivos y organizando los criaderos.

No fue hasta el siglo XIX en el que se instalaron criaderos de cochinillas en España por dos motivos: los conflictos independentistas en América habían disminuido la producción, y comenzaban a competir otros países que se habían hecho con los insectos.

Entre 1820 y 1830 se instalaron los primeros criaderos de cochinillas en Canarias y en Málaga.


Fue el Consulado Marítimo y Terrestre, que tan vinculado estuvo a los Gálvez, el encargado de aplicar las Reales Órdenes para la crianza de la grana cochinilla en Málaga. En concreto se intalaron ocho criaderos particulares en Málaga, uno en Vélez-Málaga y nueve en Macharaviaya, según informa la Guía Mercantil de España de 1829.


Aunque los tintes artificiales amenazaron, ya en el siglo XX, con acabar con el uso de la cochinilla, se mantiene aún presente como colorante en numerosos productos, incluidos los alimenticios.

Ilustraciones: manuscrito de José Antonio de Alzate (1777) Memoria sobre la naturaleza y cultivo de la grana cochinilla (1777). Archivo General de la Nación de México.

miércoles, 8 de octubre de 2025

El secretario de Miguel de Gálvez

Fueron numerosos los oriundos de Vélez-Málaga que gravitaron en la órbita de los Gálvez, recibiendo empleos y favores.

Miguel y José de Gálvez, detalle
del retrato conservado en la Sociedad
Económica de Amigos del País de Málaga

Hoy traemos a un fiel colaborador cuyo expediente personal se conserva en el Archivo Histórico Nacional: el veleño don Francisco Miguel Ibáñez.

Fue colocado como amanuense en la Secretaría del Despacho Universal de Indias, a las órdenes de don José de Gálvez, ministro de Indias, donde estuvo empleado durante ocho años. Al ser enviado don Miguel de Gálvez como embajador a Berlín, por Real Orden de 19 de julio de 1786, se decidió que Francisco Miguel Ibáñez lo acompañara como secretario personal. Ya debía serlo con anterioridad pues en 1788 Miguel de Gálvez afirma en un escrito que lo tiene como amanuense y secretario desde hace quince años.

Posteriormente acompaña también a Rusia a Miguel de Gálvez, nombrado embajador en San Petersburgo. Ambos llegan en mayo de 1788. Y en enero de 1789 Francisco Miguel Ibáñez es nombrado, a petición del propio Gálvez, como secretario interino de la embajada.

Acuarela representando la ciudad de San Petersburgo (Rusia)

En enero de 1790 Miguel de Gálvez pide a Madrid un aumento de sueldo para su secretario, que tiene "alteradas la salud y la vista" y necesita poder costear un coche de cuatro caballos para desplazarse, por el rigor del clima, y no puede pagarlo, y además “no me parece decente que el Secretario del Ministerio de España se presente con menos decencia que todos los demás de testas coronadas”.

A su vez, la esposa de Ibáñez, doña Rafaela Rodríguez Queipo "del estado noble", residente en Madrid, expone que al marcharse su marido a Berlín con don Miguel de Gálvez, le asignó 200 ducados anuales, con los que no tienen dinero suficiente para mantenerse ella y su madre, e Ibáñez debe mantener también a su propia madre, por lo que tiene que "coser y bordar para hacer más tolerable su miserable situación". Afirma asimismo que su esposo "ha contraído algunos achaques por lo rígido del clima y su mucho trabajo, y por gratitud y respeto al Sr. Gálvez no se atreve a separarse de su lado". Por todo ello solicita que se traiga a su marido de vuelta.

En abril de ese mismo año se ordena que Francisco Miguel Ibáñez vuelva de San Petersburgo. Se le conceden 12.000 reales para el viaje y se le mantienen los 6.000 reales anuales hasta nuevo destino. Cosa que no pareció suceder. Pues presentó diversas instancias solicitando un nuevo empleo, por ejemplo en 1800 y 1801, y alegando que el pago de su sueldo costaba a las arcas públicas, sin que constara respuesta.

Fuente: A.H.N., Estado, 3418, expte. 1.