Portada: Macharaviaya sobre 1920. Foto: Bancroft Library OAC California

miércoles, 16 de febrero de 2022

Clara Gallardo Odales, la hija mulata de un macharatungo

TEXTO E IMÁGENES DE DAVID SÁNCHEZ

Decía Penélope Riley que “el viaje no es el destino, sino los contratiempos y recuerdos que descubres durante el camino”. Yo estoy en la actualidad jubilado, pero ya quedando lejos mi infancia, aún recuerdo cuando mi padre, ya fallecido, dejó en mi memoria la semilla que me hizo emprender el camino hacia su/mi genealogía. “Parte de nuestra familia procede de Cuba”, me dijo, “me crió mi tía Lola Sánchez Gallardo cuando quedé huérfano a los 2 años” y “al venir la familia a Málaga desde Cuba dejaron allá un tío alcalde de Cienfuegos”, afirmaba. Desde entonces, cientos de hipótesis, unas confirmadas y otras por corroborar, me han enriquecido como pocos aprendizajes en la vida y han conformado notoriamente mi forma de sentir y pensar. Y me consta que también a gran parte de mi familia.

Así fue cómo la partida de nacimiento de mi abuelo, Justo Sánchez Gallardo, nacido en 1890, me hizo descubrir el nombre de mi tatarabuelo macharatungo, Bernardo Gallardo Cabrera. Hay tres vías principales por las que indagar y sondear en nuestras genealogías.

En primer lugar está el de los certificados, registros y publicaciones. Por estos documentos llegué a conocer los nombres de mis otros tres tatarabuelos, Amalia Odales, Damián Sánchez y Concepción Ayala, nacidos en La Habana. Efectivamente, carecían de segundo apellido, como era costumbre en todos los esclavos libertos por el Reino de España. Y sus primeros apellidos, solían corresponderse con los del amo que los liberaba, muy lejos de sus auténticos apellidos familiares africanos. “Así que en verdad no tengo la sangre Sánchez de mi apellido”, me dije para mí mismo alcanzando la primera de las verdades a las que me condujo mi búsqueda, amén de saber que ese apellido correspondía al hacendado o amo que libertó  a mi tatarabuelo Damián. Mi bisabuela, a la que llamaron graciosamente “Clara” Gallardo Odales, cuando por todos es conocido que la primera generación mestiza del cruce entre raza blanca y raza negra, tira mucho más hacia lo oscuro, nació ya en Vélez-Málaga. Y mi abuelo terminó  recabando en Málaga capital, donde reside principalmente mi familia en la actualidad y con una extensa descendencia, entre ellos, un tío mío Campeón de España de boxeo. Calculo que habré leído más de 500 nombres, con sus apellidos, correspondientes a la época en que nació mi tatarabuelo o a sus descendencias sin hasta el momento haber tenido éxito alguno. Con el tiempo uno duda en si hubo un fallo en el registro o si lo escrito solo fue un invención de algún familiar. Y en ese estado de incertidumbre estuve hasta que emprendí hace tras años la segunda vía, la de la prueba genética.

La prueba genética, además de confirmar la presencia en mi ser de un 18% de ADN africano que lo sitúan en Benín o Nigeria, te ofrece cientos de coincidencias genéticas, personas con las que compartes pequeñas porciones de cromosomas que de forma testaruda se replicaron de padres y madres a sus descendientes. En algunos casos te indican que la coincidencia es poco significativa y puede ser casual, pero en otros es tan notoria que debe concluirse presencia de antepasados comunes. Yo buscaba contactar con alguno de ellos descendientes de mi familia africana. Aún no he llegado a hacerlo (pocas personas cubanas o africanas realizan este tipo de test) pero, la sorpresa fue conocer a otros descendientes de Macharaviaya con apellidos antepasados Gallardo y/o Cabrera. Está claro que son mis parientes lejanos, parte del legado de mi tatarabuelo macharatungo. Son gente amabilísima y, nunca mejor dicho, muy familiar. Federico reside en Chile, Helene en Francia, Judy en Estados Unidos (pero curiosamente su familia se formó en Matanzas, Cuba) y Elena o Encarni, en Málaga y Mijas, respetivamente. Cariñosamente en ocasiones utilizamos el término de primos. Aún no he llegado, pero creo estar cerca de esos antepasados, especialmente Gallardo, familiares de mi tatarabuelo.


Y luego está la tercera vía, la tradición oral. Mi padre ya falleció, pero mi madre, con una excelente memoria a sus 92 años, recuerda muchas conversaciones de historias vividas por mi familia. A través de ellas y de lo dicho por tíos y primos, sé que mi tatarabuelo estaba relacionado con los Gálvez de Macharaviaya, que disponía de cierto confort económico y de posesiones, que él o su familia trajo de Cuba a un pequeño grupo de libertos que trabajaban viñedos y libertas que servían en las casas, y que, pese a que probablemente tuvo oficialmente alguna otra esposa, nunca desprotegió a mi tatarabuela dándole cobijo y futuro. El resultado es una familia numerosa y próspera afincada en Málaga, con niveles de estudios universitarios, muy concienciada y agradecida a sus antepasados y defensora de la tolerancia y el mestizaje.

Por todo ello, Bernardo Gallardo Cabrera, macharatungo tatarabuelo mío, gracias. Si alguna vez abrigó tu mente el sueño de integración y prosperidad en tu familia africana, felicidades, lo has conseguido. Yo y este post, somos la prueba.