Portada: Macharaviaya sobre 1920. Foto: Bancroft Library OAC California

domingo, 28 de febrero de 2021

Emigración y endogamia en los protocolos notariales

Luis Robles Teigeiro ha realizado un interesante texto sobre aspectos de la población de Macharaviaya (declive tras la desaparición de los Gálvez, emigración, endogamia, etc.) a través de los documentos contenidos en el Archivo Histórico Provincial de Málaga:

Finalizado el siglo XVIII y desaparecidos los Gálvez, hubo de producirse un vacío muy notable en la villa de Macharaviaya. Evidentemente quedó un gran rastro que se manifestaba en diversos elementos, unos físicos y muy tangibles: una enorme y desproporcionada iglesia, una capellanía asociada a la ermita de la Virgen del Rosario, caminos reformados, varias fuentes… y otros no tan evidentes pero que en otras circunstancias pudieran haber cumplido un papel esencial para el futuro desarrollo de la villa: la Escuela y el Banco Agrícola.

A.H.N. Orden de Carlos III
Árbol genealógico de los Gálvez

Un libro de José Luis Cabrera, La Fundación de Escuelas y Banco Agrícola de Macharaviaya,  relata el la evolución de esta institución, mientras que otra serie de trabajos han abordado el otro fracaso, el de la Real Fábrica de Naipes fundada por los Gálvez en la villa.

No hay muchas fuentes de información donde acudir para estudiar qué ocurrió a partir de entonces en aquellas poblaciones. Pero, en mi opinión, entre esas pocas fuentes quedan por explotar los expedientes notariales que se guardan en el Archivo Histórico Provincial de Málaga. Evidentemente ya se han consultado por muchos investigadores, pero queda por hacer un estudio de su totalidad. Para hacernos una idea de la importancia y del volumen de estos protocolos basta decir que se conservan en razonable estado 6 años de ejercicio del notario Bernardo Aponte Sánchez (de 1846 a 1855) y 13 de su hijo José Aponte Gallardo (de 1870 a  1883). También, en otros notarios de Vélez-Málaga, en el mismo archivo, hay diferentes noticias de Macharaviaya.

Esperemos que especialistas hagan esta labor, pero mientras, podemos leer estos protocolos e ir sacando algunas impresiones por modestas que éstas sean. Adelantemos hoy algunas de ellas.

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EL RECUERDO DE LOS GÁLVEZ

De los Gálvez sólo quedan rastros. En alguna partida se menciona que el padre o el abuelo de algún vecino se dedicaba a los naipes. En algún protocolo se menciona el fallecimiento de algún familiar que aún vivía en la Habana o en otro lugar de América: 

1834. Comparecen Antonio y José Postigo Tobal, hermanos; José, Antonio, y Francisco Robles Postigo, también hermanos; José Aragonés, Melchor de Vega y Antonio Gallardo Postigo como maridos y conjuntas personas respectivamente de Antonia, María y Rosalía de Robles Postigo, vecinos todos de esta ciudad y moradores en el partido de Benajarafe. Según carta de La Habana, ha fallecido en ella Antonio Postigo Gálvez, oficial de marina, legando varios bienes. Cómo tío carnal que era de ellos (AHPM, notario Santaolalla, P-5148, página 175).

También quiénes se quedaron con el control de la capellanía que fundó Antonio de Gálvez, la familia Aponte, o quiénes compraron algunas de las fincas que habían sido de algún miembro de la célebre familia Gálvez:

1854. Comparecen Josefa de Rueda, viuda de Antonio Díaz Ramírez, y Antonio Díaz Rueda, su hijo, vecinos de Benaque; la primera comparece como madre y heredera de Antonia Díaz Rueda, ya difunta. Dijeron que Josefa Ramírez y su marido Antonio García vendieron a Antonio Díaz Ramírez, ya difunto, una hacienda de viña situada en el partido del Colegial o Altaricos, Cajiz, y que se extiende hasta Macharaviaya. La finca tuvo su origen de esta forma: 15 obradas de las 19 fueron adjudicadas a Juan Martín por el legado que le hizo en su testamento el coronel Antonio de Gálvez y su esposa Mariana Ramírez de Velasco. De Juan Martín las tierras pasaron después a su hijo, Juan Martín de Cárdenas, quien la vendió a Juan de Escaño Aranda hacia 1822. Y el Juan de Escaño en 1831 la vendió a Josefa Ramírez una de las otorgantes… (AHPM, notario Aponte, P-5974, página 47).

La familia más numerosa que quedó de un Gálvez de Macharaviaya, los Gálvez Sánchez, fueron vecinos de Chilches. Otros Gálvez marcharon también allí, o a Benajarafe, Cajiz o Málaga capital. Curiosamente, pocos quedaron en su villa natal.

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LA EMIGRACIÓN:

A Málaga:

El pueblo entró en una decadencia que se manifiesta en el gran número de vecinos que empieza a marchar a Málaga y que pronto contabilizaremos con la ayuda de quienes en la actualidad están transcribiendo y estudiando los primeros padrones de la ciudad. Los que siguieron dedicándose a la agricultura se reubicaron preferentemente en la Cala del Moral, El Palo: Jarazmín, Jaboneros… y en la parte alta del Limonar: Almendrales. Otros, que se dedicaron al tejido de la seda, se situaron en Capuchinos. Los que pasaron a elaborar ciertos materiales de construcción fueron al Ejido. Muchos, reconvertidos en obreros marcharon a los barrios que les eran propios: La Trinidad y el Perchel.  Y unos pocos, por fin, los más afortunados, se avecinaron en el centro de la ciudad.

 A la Costa:

Y, la emigración a la capital no la única. Por una parte, se tiene la impresión de que la población del interior, de Macharaviaya en este caso, fue ocupando las tierras costeras que habían estado abandonadas en el siglo anterior. Habría varias razones para ello. En primer lugar, habían desaparecido los ataques, ya no había “moros en la costa”, aunque esporádicamente aún se menciona algún ataque corsario finalizando el XVIII:

1797. Compareció Blas de Torres, vecino de esta ciudad y patrón de su barco pescador nombrado San José y las Ánimas, y dijo: Que habiendo salido de este puerto el día 18 de mayo próximo pasado a pescar con su barco y cinco compañeros y dos pasajeros nombrados Blas Baraviche y Lucas Vocarisa, de nación Maltesa, les acosó un corsario inglés y les obligó a embestir en tierra y salir huyendo en las playas de Marbella y del fuego que se hizo dicho corsario, salió herido el otorgante, por cuyo motivo sin detenerse se condujo a su casa, con algunos compañeros, habiendo quedado con el barco en tierra el marinero Francisco Aguilar y dichos pasajeros a quienes por la falta del otorgante se les ha retenido, y no pudiendo pasar el otorgante ahora a la ciudad de Marbella a entregarse en su barco ha dispuesto dar su poder para ello al referido Francisco Aguilar y al patrón Vicente Alcalá, vecino de Marbella, natural de la puebla de Nerja. Con dicho poder se entreguen y recojan el citado barco y se lo conduzcan a esta bahía. Y así lo dijo. Y otorgó y no firmó por no saber (AHPM, P-5033, número de página ilegible).

En segundo lugar, la población aumentaba y hubo que buscar más tierras para su puesta en explotación. Por último, y sin querer dar por cerradas todas las razones, el cultivo de la uva era rentable al menos en periodos dilatados de tiempo. En otros, nos consta, la producción bajaba o eran los precios los que lo hacían y las tornas cambiaban:

1847. En Macharaviaya Antonio Gallardo Postigo y Antonia Gallardo Gálvez, su esposa, de esta vecindad, declararon que como consecuencia del poco mérito del fruto de pasa y de la avería que ha sufrido en los años 1844 y 1845 se encuentran en una posición muy lamentable cual es la de tener contraídas diferentes deudas y sin recursos para poder acallar a los acreedores por carecer de dinero en efectivo… (AHPM, P-5291, página 35).

A Mijas:

Y hay por último una curiosa emigración a Mijas. Varias familias macharatungas marcharon a vivir allí y, algunas, allí quedaron y allí continúan. Pueden citarse así apellidos como Valderrama, Cabrera o Gálvez…
También familias de Cajiz (como Robles y Claros) y de Benajarafe, se unieron a esta emigración a Mijas, pero parece que en Macharaviaya tuvo un impacto singular. Se nos ocurren varias razones: disponibilidad de tierras (bien las costeras, bien desamortizadas) y la estrecha relación que se había establecido en el siglo anterior entre las dos poblaciones, Mijas y Macharaviaya. No en balde, en Mijas se habían establecido los molinos de fabricación de papel que abastecieron a la fábrica de naipes de Macharaviaya.
La relación hubo de ser intensa y abarcó distintos aspectos. Así, además de promover esta emigración, podemos encontrar a varios macharatungos adquiriendo la finca del Higuerón o, en el caso del notario Bernardo Aponte, confesar en su testamento ser poseedor de una finca de 168 fanegas, unas 109 hectáreas, en Mijas:

1855. Declaro que entre otras fincas soy dueño en pleno dominio de una hacienda situada en el arroyo de los Pilones, partido de Cuesta Borrego, Cuca Zorra y otros, término de Mijas, plantada alguna parte de postura moscatel y la mayoría de eriazos, con dos casas dentro de la hacienda, dos huertos, algunas viñas y arbolado (AHPM, p. 273).
Añadiendo en su confesión que no las tenía a su nombre, sino al de su hermano Antonio, que hacía de testaferro: Y… no  tengo el título correspondiente; debe otorgarse en favor de mi testamentaría por Antonio Aponte, mi hermano, a cuyo nombre están…

Todas estas emigraciones no fueron un fenómeno local sino general, pero en el caso de Macharaviaya es evidente que no quedaron los suficientes recursos para mantener a su población. ¿Qué recursos?, pues fracasada la experiencia industrial, recursos primarios, esencialmente tierras.

Con todo, el freno a la mortalidad infantil mantuvo a la población, y la emigración en la primera mitad del siglo XIX, si bien importante, no puede compararse con la espantada que provocó la filoxera ya terminando el siglo. Así, en 1857, primer censo disponible, se contabilizaban 1.435 habitantes, y 1.601 en el segundo, de 1.860. Son cifras que hay que tomar con precaución por la precariedad con que se hacían esos censos, pero que contrastan suficientemente con los 1.255 vecinos que quedaban en 1877 o los apenas 600, que sobrevivían en 1897.

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ENDOGAMIA. Los vecinos que quedaron en Macharaviaya casaron entre sí en una endogamia familiar, que se ha señalado en el caso de los Gálvez pero que parece ser la tónica general. Y que, cabe añadir, no sería algo excepcional, sino habitual en todos los pueblos de aquella época.

También había matrimonios con vecinos de las poblaciones limítrofes, Cajiz e Iznate en particular. También con personas de Benagalbón, Chilches o Benajarafe. Más infrecuente con gentes de Almayate o Benamocarra y rarísimo con alguien de Vélez capital.

Pero tengo la impresión de que fueron aún más frecuentes, está pendiente de contabilizar, los matrimonios con familiares de la propia población. Y es por ello que son muy habituales los apellidos repetidos: Postigo Postigo, Sánchez Sánchez, Gallardo Gallardo o sus combinaciones: Postigo Sánchez, Sánchez Postigo, González Gálvez, Gálvez González, etc.

Se llega también a aprender la ubicación más frecuente de los apellidos: los Claros y Quinteros de Iznate, los Sánchez de Santillán, los Robles y Abolafio de Cajiz, los Gallardo, Cabrera, Madrid… de Macharaviaya, etc. Volveremos sobre esto en un trabajo posterior.

Luis Robles Teigeiro (2021)


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