Luis Robles Teigeiro ha realizado un interesante texto sobre aspectos de la población de Macharaviaya (declive tras la desaparición de los Gálvez, emigración, endogamia, etc.) a través de los documentos contenidos en el Archivo Histórico Provincial de Málaga:
Finalizado
el siglo XVIII y desaparecidos los Gálvez, hubo de producirse un vacío
muy notable en la villa de Macharaviaya. Evidentemente quedó un gran rastro que
se manifestaba en diversos elementos, unos físicos y muy tangibles: una enorme
y desproporcionada iglesia, una capellanía asociada a la ermita de la Virgen del Rosario, caminos reformados, varias
fuentes… y otros no tan evidentes pero que en otras circunstancias pudieran
haber cumplido un papel esencial para el futuro desarrollo de la villa: la Escuela y el Banco Agrícola.
A.H.N. Orden de Carlos III Árbol genealógico de los Gálvez |
Un libro de José Luis Cabrera, La Fundación de Escuelas y Banco Agrícola de Macharaviaya, relata el la evolución de esta institución, mientras que otra serie de trabajos han abordado el otro fracaso, el de la Real Fábrica de Naipes fundada por los Gálvez en la villa.
No hay
muchas fuentes de información donde acudir para estudiar qué ocurrió a partir
de entonces en aquellas poblaciones. Pero, en mi opinión, entre esas
pocas fuentes quedan por explotar
los expedientes notariales que se guardan en el Archivo Histórico Provincial de Málaga. Evidentemente ya se han
consultado por muchos investigadores, pero queda por hacer un estudio de su
totalidad. Para hacernos una idea de la importancia y del volumen de estos
protocolos basta decir que se conservan en razonable estado 6 años de ejercicio
del notario Bernardo Aponte Sánchez
(de 1846 a 1855) y 13 de su hijo José
Aponte Gallardo (de 1870 a 1883).
También, en otros notarios de Vélez-Málaga, en el mismo archivo, hay diferentes
noticias de Macharaviaya.
Esperemos que especialistas hagan esta labor, pero mientras,
podemos leer estos protocolos e ir sacando algunas impresiones por modestas que
éstas sean. Adelantemos hoy
algunas de ellas.
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De los Gálvez sólo quedan rastros. En alguna partida se
menciona que el padre o el abuelo de algún vecino se dedicaba a los naipes. En
algún protocolo se menciona el fallecimiento de algún familiar que aún vivía en
la Habana o en otro lugar de América:
1834. Comparecen
Antonio y José Postigo Tobal, hermanos; José, Antonio, y Francisco Robles
Postigo, también hermanos; José Aragonés, Melchor de Vega y Antonio Gallardo
Postigo como maridos y conjuntas personas respectivamente de Antonia, María y
Rosalía de Robles Postigo, vecinos todos de esta ciudad y moradores en el
partido de Benajarafe. Según carta de La Habana, ha fallecido en ella Antonio Postigo Gálvez, oficial de marina,
legando varios bienes. Cómo tío carnal que era de ellos (AHPM, notario
Santaolalla, P-5148, página 175).
También quiénes se quedaron con el control de la capellanía que fundó Antonio de Gálvez,
la familia Aponte, o quiénes
compraron algunas de las fincas que habían sido de algún miembro de la célebre
familia Gálvez:
1854. Comparecen Josefa de Rueda, viuda de Antonio Díaz
Ramírez, y Antonio Díaz Rueda, su hijo, vecinos de Benaque; la primera
comparece como madre y heredera de Antonia Díaz Rueda, ya difunta. Dijeron que
Josefa Ramírez y su marido Antonio García vendieron a Antonio Díaz Ramírez, ya
difunto, una hacienda de viña situada en el partido del Colegial o Altaricos,
Cajiz, y que se extiende hasta Macharaviaya. La finca tuvo su origen de esta
forma: 15 obradas de las 19 fueron adjudicadas a Juan Martín por el legado que
le hizo en su testamento el coronel
Antonio de Gálvez y su esposa Mariana Ramírez de Velasco. De Juan Martín
las tierras pasaron después a su hijo, Juan Martín de Cárdenas, quien la vendió
a Juan de Escaño Aranda hacia 1822. Y el Juan de Escaño en 1831 la vendió a Josefa
Ramírez una de las otorgantes… (AHPM, notario Aponte, P-5974, página 47).
La familia más numerosa que quedó de un Gálvez de
Macharaviaya, los Gálvez Sánchez,
fueron vecinos de Chilches. Otros Gálvez marcharon también allí, o a
Benajarafe, Cajiz o Málaga capital. Curiosamente, pocos quedaron en su villa
natal.
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LA EMIGRACIÓN:
A Málaga:
El pueblo entró en una decadencia que se manifiesta en el
gran número de vecinos que empieza a marchar a Málaga y que pronto
contabilizaremos con la ayuda de quienes en la actualidad están transcribiendo
y estudiando los primeros padrones de la ciudad. Los que siguieron dedicándose a la agricultura se
reubicaron preferentemente en la Cala del Moral, El Palo: Jarazmín, Jaboneros…
y en la parte alta del Limonar: Almendrales. Otros, que se dedicaron al tejido
de la seda, se situaron en Capuchinos. Los que pasaron a elaborar ciertos
materiales de construcción fueron al Ejido. Muchos, reconvertidos en obreros
marcharon a los barrios que les eran propios: La Trinidad y el Perchel. Y unos pocos, por fin, los más afortunados, se
avecinaron en el centro de la ciudad.
Y, la emigración a la capital no la única. Por una parte, se
tiene la impresión de que la población del interior, de Macharaviaya en este
caso, fue ocupando las tierras costeras que habían estado abandonadas en el
siglo anterior. Habría varias razones para ello. En primer lugar, habían
desaparecido los ataques, ya no había “moros en la costa”, aunque
esporádicamente aún se menciona algún ataque corsario finalizando el XVIII:
1797. Compareció Blas de Torres, vecino de esta ciudad y
patrón de su barco pescador nombrado
San José y las Ánimas, y dijo: Que habiendo salido de este puerto el día 18 de
mayo próximo pasado a pescar con su barco y cinco compañeros y dos pasajeros
nombrados Blas Baraviche y Lucas Vocarisa, de nación Maltesa, les acosó un corsario inglés y les obligó a embestir
en tierra y salir huyendo en las playas de Marbella y del fuego que se hizo
dicho corsario, salió herido el otorgante, por cuyo motivo sin detenerse se
condujo a su casa, con algunos compañeros, habiendo quedado con el barco en
tierra el marinero Francisco Aguilar y dichos pasajeros a quienes por la falta
del otorgante se les ha retenido, y no pudiendo pasar el otorgante ahora a la
ciudad de Marbella a entregarse en su barco ha dispuesto dar su poder para ello
al referido Francisco Aguilar y al patrón Vicente Alcalá, vecino de Marbella,
natural de la puebla de Nerja. Con dicho poder se entreguen y recojan el citado
barco y se lo conduzcan a esta bahía. Y así lo dijo. Y otorgó y no firmó por no
saber (AHPM, P-5033, número de página ilegible).
En segundo lugar, la población aumentaba y hubo que buscar
más tierras para su puesta en explotación. Por último, y sin querer dar por
cerradas todas las razones, el cultivo
de la uva era rentable al menos en periodos dilatados de tiempo. En otros,
nos consta, la producción bajaba o eran los precios los que lo hacían y las
tornas cambiaban:
1847. En Macharaviaya Antonio Gallardo Postigo y Antonia
Gallardo Gálvez, su esposa, de esta vecindad, declararon que como consecuencia del poco mérito del fruto de pasa y de
la avería que ha sufrido en los años 1844 y 1845 se encuentran en una posición
muy lamentable cual es la de tener contraídas diferentes deudas y sin recursos
para poder acallar a los acreedores por carecer de dinero en efectivo… (AHPM,
P-5291, página 35).
A Mijas:
Y hay por último una curiosa emigración a Mijas. Varias familias macharatungas marcharon a vivir
allí y, algunas, allí quedaron y allí continúan. Pueden citarse así apellidos
como Valderrama, Cabrera o Gálvez…
También familias de Cajiz (como Robles y Claros) y de Benajarafe, se unieron a
esta emigración a Mijas, pero parece que en Macharaviaya tuvo un impacto
singular. Se nos ocurren varias razones: disponibilidad de tierras (bien las
costeras, bien desamortizadas) y la estrecha relación que se había establecido
en el siglo anterior entre las dos poblaciones, Mijas y Macharaviaya. No en
balde, en Mijas se habían establecido los molinos de fabricación de papel que
abastecieron a la fábrica de naipes de Macharaviaya.
La relación hubo de ser intensa y abarcó distintos aspectos. Así, además de
promover esta emigración, podemos encontrar a varios macharatungos adquiriendo
la finca del Higuerón o, en el caso del notario
Bernardo Aponte, confesar en su testamento ser poseedor de una finca de 168
fanegas, unas 109 hectáreas, en Mijas:
1855. Declaro que entre otras fincas soy dueño en pleno
dominio de una hacienda situada en el arroyo de los Pilones, partido de Cuesta
Borrego, Cuca Zorra y otros, término de Mijas, plantada alguna parte de postura
moscatel y la mayoría de eriazos, con dos casas dentro de la hacienda, dos
huertos, algunas viñas y arbolado (AHPM, p. 273).
Añadiendo en su confesión que no las tenía a su nombre, sino al de su hermano
Antonio, que hacía de testaferro: Y… no
tengo el título correspondiente; debe otorgarse en favor de mi
testamentaría por Antonio Aponte, mi hermano, a cuyo nombre están…
Todas estas emigraciones no fueron un fenómeno local sino general, pero en el caso de Macharaviaya es evidente que no quedaron los suficientes recursos para mantener a su población. ¿Qué recursos?, pues fracasada la experiencia industrial, recursos primarios, esencialmente tierras.
Con todo, el freno a la mortalidad infantil mantuvo a la población, y la emigración en la primera mitad del siglo XIX, si bien importante, no puede compararse con la espantada que provocó la filoxera ya terminando el siglo. Así, en 1857, primer censo disponible, se contabilizaban 1.435 habitantes, y 1.601 en el segundo, de 1.860. Son cifras que hay que tomar con precaución por la precariedad con que se hacían esos censos, pero que contrastan suficientemente con los 1.255 vecinos que quedaban en 1877 o los apenas 600, que sobrevivían en 1897.
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ENDOGAMIA. Los
vecinos que quedaron en Macharaviaya casaron entre sí en una endogamia
familiar, que se ha señalado en el caso de los Gálvez pero que parece ser la
tónica general. Y que, cabe añadir, no sería algo excepcional, sino habitual en
todos los pueblos de aquella época.
También había matrimonios con vecinos de las poblaciones
limítrofes, Cajiz e Iznate en particular. También con personas de Benagalbón,
Chilches o Benajarafe. Más infrecuente con gentes de Almayate o Benamocarra y
rarísimo con alguien de Vélez capital.
Pero tengo la impresión de que fueron aún más frecuentes,
está pendiente de contabilizar, los matrimonios con familiares de la propia
población. Y es por ello que son muy habituales los apellidos repetidos:
Postigo Postigo, Sánchez Sánchez, Gallardo Gallardo o sus combinaciones:
Postigo Sánchez, Sánchez Postigo, González Gálvez, Gálvez González, etc.
Se llega también a aprender la ubicación más frecuente de los apellidos: los Claros y Quinteros de Iznate, los Sánchez de Santillán, los Robles y Abolafio de Cajiz, los Gallardo, Cabrera, Madrid… de Macharaviaya, etc. Volveremos sobre esto en un trabajo posterior.
Luis Robles Teigeiro (2021)
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